CULTURA
CHIBCHA
FAMILIA CHIBCHA
Esta gran familia indígena,
considerada como una de las más numerosas del nuevo mundo, y de las que
lograron desarrollar una alta cultura en el continente americano, tuvo amplia difusión
en la zona andina.
Ocupó territorios hoy
pertenecientes a las repúblicas de Costa
Rica, Panamá, Colombia, Ecuador y Venezuela. Prefirió, para su instalación las
partes altas de la cordillera de los Andes, aun cuando algunos grupos se
establecieron en zonas de climas cálidos o templados.
Debido a su dispersión, no
formaron un pueblo único, sino pueblos separados de la gran familia caribe. Conservaron
en común la lengua, a pesar de sus numerosos dialectos; algunas creencias
religiosas; su dedicación a la agricultura, la orfebrería, los tejidos e hilados
y la cerámica; los vestidos, la vivienda y otras características.
Los Chibchas a quienes se
circunscribe entre estudio son los grupos muiscas que ocuparon lo que hoy son
los departamentos de Cundinamarca y Boyacá, en la parte de la Cordillera
Oriental. Es decir, la Sabana de Bogotá, los Valles de Ubaté, Chiquinquirá y
Sogamoso; la región de Tunja, la altiplanicie de Guatavita y algunas de las
vertientes de las misma cordillera. Parece que antes de la llegada de los
Caribes, los chibchas dominaban oda la ladera de la Cordillera, hasta el rio
Magdalena. La presión de los muzos y los panches hizo replegar a los primitivos
pobladores a la parte alta andina.
ASPECTO FÍSICO:
Los chibchas eran gentes de
regular estatura, de cráneo braquicéfalo, cara ancha, de pómulos salientes;
piel oscura y bronceada, ojos negros brillantes y pequeños, ligeramente
oblicuos como los habitantes del Asia Oriental y Oceanía; el pelo, negro y
lacio. Caía generalmente sobre los hombros, tanto en los hombres como en las
mujeres. Los varones poseían escasa barba; sus dientes eran grandes parejos y
muy blancos. Su cuerpo era de complexión robusta; anchos de hombros y miembros
musculados; piernas cortas y pies anchos. Ponían a prueba su fortaleza con
trabajos pesados como el transporte de cargas a grandes distancias, y la cacería,
especialmente la de venado. Los deportes, cuyo ejercicio era habitual, constituían
demostración de habilidad, ligereza y resistencia.
El pueblo chibcha había desarrollado
formas de vida de nivel elevado y los etnólogos lo clasifican entre los pueblos
americanos de alta cultura. Aunque era un pueblo esencialmente agrícola, había logrado
una organización social y política basada en leyes y preceptos religiosos. Sus conocimientos
en ciencias y artes no les dieron a los chibchas un puesto tan prominente como
a los mayas y a los incas en el desarrollo material, pero los colocan entre los
pueblos avanzados de cultura espiritual más elevada.
Poseían amplios conocimientos de
las matemáticas y tenían un calendario que les servía para atender a todos los
menesteres de la agricultura y para la celebración de las fiestas religiosas y
civiles.
CALENDARIO:
El tiempo lo median por soles o días;
estos se dividían en periodos, así: zagüi-madrugada, suamena-mañana,
suameca-medio día, zasca-tarde y za-noche. Una agrupación de tres días se
llamaba zuna y diez zunas constituían un mes o una sunata. El año estaba
formado por 12 meses de diez zunas cada uno o sea de treinta días o por doce
lunas o chocán la más amplia división del tiempo era una edad o bxoganoa,
compuesta de 60 chocanas.
Tenían un sistema de numeración vigesimal y
otro de pesas y medidas, que usaban con gran habilidad en sus transacciones
comerciales. No se conocen con detalle por que los cronistas dejaron datos muy
confusos sobre ellos.
ESCRITURA:
Emplearon la escritura jeroglífica
de la cual dejaron pinturas en las rocas. Los petroglifos están escritos en
tinta roja indeleble, con figuras de ranas, serpientes, círculos concéntricos,
espirales y otros de difícil interpretación. Al respecto dice el padre Román y
Zamora, en su libro Repúblicas de las Indias que “aun cuando los chibchas no tenían
abecedario, por medio de figuras se comunicaban la historia de sucesos”. Los petroglifos
que son piedras de gran tamaño, presentan la característica común de llamar la atención
y de estar localizados en lugares que delimitan el territorio muisca con otras
tribus vecinas.
ARTES:
Los chibchas no fueron grandes
pintores ni escultores. En cambio, fueron ceramistas muy cuidadosos y
extraordinarios orfebres. Además de los adornos personales que confeccionaron
en oro, representaron dioses, animales y hasta la consagración del Zipa.
Trabajaron el oro, tanto puro
como en aleaciones con cobre, llamadas tumbaga, que daban mayor resistencia al
metal puro. Hicieron fetiches consistentes en figurillas delicadamente
grabadas, cuyos motivos principales son seres de la mitología aborigen: ranas,
serpientes y demás animales sagrados. Igualmente sabían hilar el metal para
obtener el alambre finísimo, que empleaban en sus filigranas. Los trabajos de
los indígenas fascinaron a los españoles, quienes arrebataron sus riquezas a
los orfebres.
Hoy se pueden admirar gran parte
de esas obras, gracias a la cuidadosa organización que ha dado el Banco de la República al Museo del Oro, el cual, en su género, es el mayor del mundo.
VALORES SOCIALES Y POLÍTICOS
El territorio se divida en varios
principados de costumbres, lengua y religión idénticas, pero políticamente independientes.
Habitaban en aldeas formadas por casas que cercaban con vallas de madera
pintadas de varios colores, lo cual daba aspecto muy atractivo a las
poblaciones. Algunas de ellas llegaron a agrupar hasta dos mil casas, como las
aldeas de Bacatá, capital del dominio Zipa, o Hunza, sede Zaque.
El aspecto pintoresco que
representaba a sabana con sus pueblecitos, próximos unos de otros, con sus
casas pintadas y sus grandes cercados, hizo que Jiménez de Quesada le diera el
nombre de Valle de los Alcázares.
La sociedad estaba dividida en
clases, siendo la principal la de los nobles o usaqes, familiares de los príncipes;
le seguía en consideración la de los Jeques o sacerdotes; luego los militares o
gûechas, los comerciantes y el pueblo, formado por los agricultores, artesanos,
mineros, alfareros y joyeros.
EL MATRIARCADO: la organización
sociopolítica de los chibchas se regía por las normas de una cultura
matriarcal. En efecto, el poder se trasmitía a los sobrinos, hijos de hermana.
Así, al morir un Zipa lo sucedía un sobrino hijo de una hermana del fallecido,
después de educarse en el Templo de la Luna, en donde se ejercitaba en
prácticas de gobierno, vivía dentro de normas rígidas y era instruido acerca del
patrimonio cultural de sus antepasados.
LA VIVIENDA: las casas de los
chibchas, que constaban de una sola habitación y no tenían puertas, eran de
planta circular y techo cónico, o de planta rectangular y techo del llamado de
dos aguas. Las construían de madera con techo de paja. Generalmente adornaban
las paredes con esteras, o con pieles de animales.
Los chibchas acostumbraban
proteger sus viviendas en la forma ya expresada. Por dentro del cercado solían
tener algunas sementeras, jardines y animales domésticos.
Las casas de los jefes eran más
grandes, tenían más adornos y doble cercado. Los cronistas dicen que cuando los
chibchas construían templos o casas para los jefes, acostumbraban enterrar
niños debajo de las columnas, en la creencia de que esto hacia más durables las
construcciones y los liberaba de la influencia de los espíritus malignos.
LA
ORGANIZACIÓN POLÍTICA: a la llegada de los españoles, los chibchas
se hallaban divididos en tres reinos:
·
EL REINO DE BACATÁ:
En donde era soberano el Zipa,
cuyos dominios abarcaban todo el territorio que ocupa la Sabana de Bogotá, el
Valle de Ubaté, Simijaca y la región de Guatavita. Cada pueblo estaba mandado
por un cacique, el cual debía ser de familia noble, militar o poseer alguna
jerarquía religiosa. Para los pueblos situados en las fronteras de enemigos se
nombraba a los asaques, escogiéndolos “entre los hombres de más nobleza y mejor
sangre, costumbres y valentía, de los cuales eran preferidos aquellos
valentones que dijimos se llamaban guecha”.
Cada cacicazgo tenía sus
preeminencias especiales y determinadas funciones en la administración.
El Zipa era un gobernante
eminentemente militar pero debía ser escogido entre las familias nobles. Al
morir un Zipa, lo heredaba un sobrino hijo de la hermana suya.
La posesión de un nuevo Zipa se
hacía siempre con grandes ceremonias religiosas iba el príncipe hasta la laguna
de Guatavita, acompañado de gran séquito; allí se le embarduna el cuerpo con
miel y se le untaba polvo de oro. Después de esto, entraba con algunos nobles a
una balsa y se internaba en la laguna, antes de que saliera el sol. Una vez que
este aparecía, el príncipe debía echarse al agua, en medio de la gritería de la
gente, que presenciaban la ceremonia desde la orilla. Después de aquel acto, se
arrojan ofrendas a los dioses y se hacían fiestas y juegos populares.
·
EL REINO DE HUNZA:
Abarcaba gran parte de lo que hoy
forma el departamento de Boyacá, desde el Oriente de Tunja hasta las
poblaciones de Ráquira, Moniquirá y Chiquinquirá. Su capital era Hunza, donde
hoy se encuentra Tunja.
El jefe de este reino se
denominaba Zaque y su dinastía era considerada de origen divino. Según relato
de los indígenas, Garanchacha, fundador de la dinastía de los Zaques, había nacido
de una esmeralda engendrada en las entrañas de la hija del cacique de Guachetá,
quien fue fecundada por un rayo del sol. De suerte que la familia real tenía
por accidente a Xué, y de consiguiente, su poder debía ser absoluto. Estaba
prohibido a los súbditos mirar la cara al príncipe so pena de oprobio y ser
considerado infame. Para quien mereciera esta pena no había derecho alguno; no
era digno de la piedad de las gentes; nadie podía darle posada ni prestarle ningún
auxilio.
Vivía el Zaque en una serie de
bohíos edificados uno próximo al otro y protegidos por un gran cercado de
maderas pintadas. En los vanos, por donde se entraba a las chozas, se colocaban
placas de oro colgantes que, al ser movidas por el viento, producían un
agradable sonido musical.
El reino de Hunza se dividía en
varios principados independientes unos de otros, pero sometidos a la autoridad
suprema del señor de la ciudad. Tributarios, en orden de importancia, eran los
señores de Ramiriquí, Turmequé, Zataquira, Guateque, Soracá, Oitacá, Sora y
otros.
Cada uno de estos príncipes
usaques estaba obligado a pagar tributos al Zaque, los cuales se satisfacían en
moneda y en especie. Llevaban mantas, víveres, cerámica y otros muchos
presentes, con lo cual atendía el gobernante, tanto el sostenimiento del
ejército como el culto religioso y demás necesidades de la comunidad.
El pueblo estaba obligado a pagar
tributos tanto a sus usaques como al Zaque. Estos consistían en trabajo para
las tierras del soberano, de los nobles, sacerdotes y militares, y en
contribuciones en oro, mantas y víveres.
·
EL REINO DE TUNDAMA:
Este reino comprendía la región
nordeste del actual departamento de Boyacá. Su jefe tenía origen militar, tal
como el Zipa, y conservaba su tradición guerrera, manteniendo un ejército disciplinado,
“con hombres mejor conformados de sus dominios, valientes, resueltos,
determinados y vigilantes”. Estos hombres eran los encargados de la defensa de
las fronteras y solía ser premiados estableciéndolos como caciques donde faltaran
los herederos legítimos.
Fueron tributarios del reino
Tundama los señores de Gámeza, Busbanzá, Soacha, Tasco, Tópaga, Monguí, Tutasá,
Mongua, Pesca, Bonza, Sátiva y Soatá.
LAS LEYES
Los chibchas habían logrado
desarrollar un sistema legal perfectamente definido y las leyes eran rigurosamente
observadas. Los caciques y sacerdotes eran los directamente encargados de
hacerlas cumplir y de aplicar castigo a los contraventores. Sin embargo,
existía una especie de tribunal superior, presidido por el cacique de Suba, al
noreste, ante quien acudían en apelación las personas no satisfechas con las
sentencias de la justicia ordinaria. El fallo del cacique de Suba era
definitivo e inapelable.
Las leyes tenían los siguientes
tres orígenes:
Las
establecidas por las costumbres y las conveniencias sociales
|
·
Era delito huir en el campo de batalla. Al culpable
se le castigaba con la pena de muerte, en caso grave; cuando no, se le
obligaba a vestir con traje de mujer y hacer los oficios de estas.
·
No podía declararse ninguna guerra sin
consultar primero a los Obques (adivinos).
·
Todo marido debía comprar a su mujer y
entregar el precio convenido a la familia de ella.
·
El marido estaba obligado a cuidar a su
esposa. Si ésta moría por descuido del esposo, el culpable perdía la mitad de
los bienes, los cuales pasaban a la familia de ella.
|
Las de
origen divino, establecidas por Nemparén, señor del Valle Sagrado de Iraca.
|
·
No matar, no hurtar, no mentir y no quitar
mujeres ajenas.
·
Los homicidas, mentirosos y adúlteros eran
castigados con la pena de muerte.
·
A los ladrones se les castigaba con la
infamia y la separación de la tribu.
|
Las dictadas
por el Zipa Nemequene.
|
·
Solamente el soberano podía tener litera y
ser conducido en hombros.
·
Solo el soberano y sus usaques podían cazar
venados y comer su carne.
·
Solamente los mismos nobles podían horadarse
las orejas y las narices y usar en ellas joyas de oro.
·
Ningún súbdito podía mirar al rey ni
sentarse en su presencia.
·
Nadie podía revelar el sitio en donde era
sepultado el soberano.
|
Además de éstas, había otras disposiciones
que se refieren a las tribus para el príncipe, a los ayunos, ceremonias del
culto, reglamentos de los juegos y la agricultura, épocas de siembra y cosecha
y fiestas respectivas.
LA GUERRA
Para defensa de los reinos, éstos
poseían un ejército numeroso, bien adiestrado y suficientemente bien armado, el
cual estaba al mando de los más valerosos capitanes. En caso de guerra todos
los señores estaban obligados a prestar contingente extraordinario. Además existían
tratos de ayuda mutua, como con el Tundama y con el Iraca o supremo Sacerdote
de Sugamuxi.
VALORES ÉTICOS
LA RELIGIÓN: El pueblo muisca era esencialmente religioso. Casi todas
las actividades ordinarias de su vida estaban reguladas por principios emanados
de sus dioses, a quienes rendían culto, consagraban monumentos y dedicaban
festividades especiales. Sus divinidades estaban encarnadas en fuerzas de la
naturaleza y ellas atendían a sus pueblos, especialmente a lo relacionado con
la vida común, la agricultura, la guerra y los muertos. En consecuencia, los chibchas
no adoraban a un solo Dios, sino a varios.
Rendían culto
al sol, a la luna, al agua, como principales entes sobrenaturales; alrededor de
estas divinidades figuraban una serie de héroes, estrechamente vinculados al
pueblo, a sus costumbres y tradiciones.
El dios
principal era el Sol, a quien denominaban Xué. En su honor había un templo en
el Valle de Iraca, en donde vivía el sumo sacerdote de Sogamoso. Todos los súbditos
debían concurrir a Sugamuxi, al menos dos veces en su vida y ofrendar presentes
a su divinidad. Además, debían asistir a las ceremonias principales que se
celebraban en agosto o para las fiestas de las cosechas.
La Luna, a
quien llamaban Chía, era otra de las divinidades principales. Le rendían culto
especial y la consideraban esposa de Xué. El culto del agua era otro aspecto importante
de la religión muisca.
LAS COSTUMBRES
EL MATRIMONIO: Predominaba entre los muiscas l costumbre de la compra de
la mujer; una vez aceptado, debía pagar a la familia de la prometida un precio
convencional, que dependía, en gran parte, de sus posibilidades económicas. Sin
embargo, la mujer seguía siendo propiedad de la familia, y en caso de repudio o
de mal entendimiento, volvía a la casa de sus padres.
El noviazgo
según los cronistas consistía en la manifestación que debía hacer el varón pasando
varias veces a la misma hora por la puerta de la escogida. Una noche debía dejar
el, en las cercanías de la casa, una manta. Si la india la recogía, era señal
de aceptación; en caso contrario, de rechazo. Si ocurría lo primero, el
aspirante se sentaba cerca de la habitación y esperaba pacientemente la salida
de su prometida. Ella traía una totuma con chicha y de ella ofrecía a su galán,
quien tomaba parte y en seguida devolvía la vasija, para que la futura esposa también
tomara en la misma.
Dados estos
pasos, el novio ofrecía regalos a la familia de su próxima mujer. Hablaba con
los futuros suegros, les mostraba la casa que había construido para su hogar y
se concertaba el día de la boda.
La ceremonia
se hacía en presencia del Jeque el novio, traía regalos para su novia, para los
padres, hermanos y tíos maternos de ella. Después bebían chicha en la misma
totuma y se iniciaba la música y el baile. Las mujeres preparaban la comida
para todos los invitados y la repartían.
Llegada la hora
de retirarse, el novio fingía un rapto, los invitados lo perseguían haciendo
gran bulla, hasta el momento en que entraban en su nuevo hogar.
VESTIDOS Y ADORNOS: Por las condiciones del clima, los chibchas usaban
vestidos abrigados, consistentes en mantas de algodón, que tejían con cuidadoso
esmero; un fino manto ceñía su cuerpo; otro, a manera de capa, cubría los
hombros donde se sujetaba con un largo alfiler de oro o cobre que denominaban
topo, dejando los brazos descubiertos. Las mujeres usaban un vestido semejante.
Cubrían el cuerpo de la cintura para abajo, con una falda, generalmente pintada
de azul; pecho y espalda los tapaban con una manta que se sujetaba cerca de los
hombros. No acostumbraban al calzado.
En los páramos
o tierras frías, utilizaban gorros tejidos de algodón, a veces adornados con
plumas, que cubrían la cabeza, las orejas y la boca, como un pasamontaña. A esto
le llamaban juraica.
Para sus festividades
se adornaban con pulseras, ajorcas, orejeras, collares, pectorales y narigueras
de oro, muy vistosos y cuidadosamente trabajados; enriquecidos, además, con
esmeraldas, las piedras de mayor utilización entre los chibchas.
RITOS FUNERALES: La muerte constituía para los chibchas un acontecimiento,
especialmente cuando el fallecido era noble. Según sus conceptos religiosos, la
muerte era el resultado de la separación de dos partes de que estaba compuesto
el hombre. Para ellos solamente moría la envoltura exterior, mientras que el
alma, o sea el otro yo, emprendía un viaje a lo desconocido, hasta llegar a
confundirse con los astros. La parte inmortal de la persona, sin embargo,
conservaba todas las necesidades físicas que había tenido en vida, por lo que
era preciso proveerla de los elementos indispensables: víveres, bebidas, armas,
vasijas, oro, mantas, sal y muchos otros artículos. Hombres de cierta posición
tenían derecho de ser enterrados con sus mujeres.
Embalsamaban
los cadáveres y luego los colocaban de manera que las rodillas quedaran
fuertemente unidas a la barbilla. Para esto los amarraban con sogas de fique
preparada la momia, se envolvía en mantas de algodón y la colocaban en una
sepultura abierta en el suelo.
Cuando moría
un cacique, la ceremonia debía ser presidida por el sacerdote principal, cuyo
cargo estaba la preparación del cadáver. El entierro no podía hacerse si no en
horas de la noche y solo podían acompañar al muerto muy distinguidas
personalidades. Desviando el lecho de un rio, abrían en el fondo la sepultura,
en donde depositaban los restos mortales, los servidores y mujeres que debían
acompañarlo en al viaje al más allá. Luego se reencauzaba la corriente por
encima de la sepultura. Las personas que habían participado en el entierro, no
podían revelar el lugar, so pena de la maldición de los cielos y la infamia en
la tierra para ellos.
VALORES ESTÉTICOS
LOS TEMPLOS Y PALACIOS: En el Valle Sagrado
de Iraca se levantaba el Templo del Sol al cual acudían gentes de todo el
imperio, con el ánimo de rendir homenaje al más grande de los dioses muiscas.
Al templo del Sol solo tenía acceso el Sumo Sacerdote de Sugamuxi, quien
recibía de los feligreses las ofrendas sagradas, consistentes en idolillos de
oro, oro en polvo, y las depositaba en el altar.
El templo del Sol, según los cronistas,
consistía en una casa de planta circular con doble techo cónico, que permitía
la ventilación y la luz. Las paredes eran de bahareque y decoradas interior y
exteriormente; por la parte de afuera, con cañas entre tejidas, unidas por
cuerdas de fique y de algodón, pintadas de diferentes colores; en el interior, recubiertas
con esteras de junco, pintadas también con vistosos colores; en el centro había
un gran disco de oro que representaba al Sol, el cual se iluminaba con los
rayos que penetraban a través de las ventanas dispuestas apropósito.
SADIGUA: Santo misionero de
Oriente, que tantas cosas enseño a los indígenas, veinte edades antes dela
llegada de los españoles, instituyó en Sugamuxi el culto máximo del Sol y como
heredero de su soberanía nombró a Nemparén, Señor del Valle del Iraca, quien
fue el supremo legislador de los chibchas.
Llevaba vida de penitencia y estudio en el
templo. La sucesión de su dominio o pontificado no podía hacerse sino entre
quienes hicieran estudios sacerdotales y seminarios especiales llamados Cucas.
El dominio temporal del Supremo Sacerdote
abarcaba lo que hoy son las poblaciones de Gámeza, Busbanzá, Tota, Pesca,
Firavitoba y Tobasía.
En la capital de reino de Hunza existía un
santuario o adoratorio destinado al culto del Sol, que hoy se conoce como
“Cojines del diablo”. Allí acudían todos los nobles, caciques tributarios y
pueblo en general con ocasión de las festividades religiosas que se celebraban
en fechas determinadas.
FIESTAS RELIGIOSAS
LA FIESTA DE XUÉ: Llegado el día
fijado, se reunía la multitud frente a la habitación del sumo sacerdote y se
dirigía al templo en procesión. El camino estaba alfombrado con mantas de
algodón y flores; para recorrerlo era preciso gastar un periodo de tres días.
Llegado el Jeque al templo, permanecía en el otros tres días, acabo de lo cual,
restablecido el cortejo, volvía a su residencia.
En estas solemnes festividades, la multitud
exhibía varios vestidos y disfraces. Unos llevaban mascaras o caretas de madera
u oro, con lágrimas pintadas y todos impetraban a Xué las bendiciones para sus
cosechas, el bienestar para sus familias y la prosperidad en sus negocios.
Durante esta festividad se sacrificaban
niños, a quienes se daba el nombre de moxas.
Para el sacrificio, se les habría el pecho y
así se llevaban a lo alto de la colina
con el fin de que fueran consumidos por el sol. Para que el holocausto
fuera bien aceptado por los dioses, era preciso que el moxa fuera absolutamente
virgen y puro. Los niños que se preparaban para el sacrificio eran comprados a
tribus extrañas o hechos prisioneros en las guerras.
Las costumbres de los sacrificios varió con
el empleo, como víctimas, de guacamayas a las que les enseñaban las oraciones
de rigor.
LA FESTIVIDAD DEL HUÁN:
Los habitantes de Sogamoso tenían una fiesta
que llamaban Huán, en honor a Chiminiguagua, dios creador de la luz. Esta
fiesta consistía en una danza de doce sacerdotes con capas rojas, en torno de
otro que vestía capa azul, todos con pájaros pequeños en la frente, adornados
con guirnaldas. La muchedumbre marchaba, cantando melancólicas endechas que
traían a la memoria la muerte y la eternidad. Estas ceremonias fúnebres
terminaban cuando todos los participantes prorrumpían en lamentos y lágrimas;
entonces, el cacique, para restablecer la alegría, hacia repartir cantaros de
chicha.
CULTO DEL AGUA: El agua era otra de
las divinidades que mayores beneficios reportaban al hombre y a sus
actividades. Ella mantenía en buen estado la salud de las gentes, se brinda
para preparar el alimento y fabricar la chicha; al caer sobre la tierra la
fecundaba y la hacía producir abundantes cosechas. Todo indio debía darse baños
en las quebradas, ríos o lagunas, y arrojar en ellas ofrendas a los dioses.
Según la mitología, cerca del agua estaban las ranas, que eran el alimento del
sol y las que anunciaban a los hombres el periodo de las lluvias y la
iniciación del tiempo seco. Es decir, los tiempos de la siembra y de la
recolección.
Tan arraigada estaba tal costumbre que contra
ella tuviera que luchar terriblemente los misioneros cristianos, quienes
predicaron como pecado la costumbre del baño.
Los principales santuarios eran las lagunas
de Siecha, Tena, Ubaque, Guatavita, Iguaque y Tota. Según los cronistas, los
más ricos y cariñosos se rendían en sus orillas, al son de alegres músicas y el
frenesí de las danzas. Pececillos de oro, preciosas esmeraldas terracotas
henchidas de ofrendas y mil primores de la industria indígena, eran arrojados
al compás de salmodias de los jeques, “y de los cánticos de la muchedumbre
engalanada, en los que se proclamaban las virtudes de la diosa y se rechazan
sus leyendas prodigiosas”.
El conocimiento de las ceremonias y
solemnidades religiosas en que los chibchas arrojaban joyas, figurillas o
pepitas de oro como tributo a sus dioses fue lo que hizo surgir en las mentes
de los conquistadores españoles la leyenda de El Dorado, que dio origen a
muchas expediciones y fabulosas aventuras.
La aventura de los hijos recién nacidos
estaba encomendada al augurio de las aguas: arrojaban a la corriente un
flotador empapanado en la leche de la madre; detrás de él salían algunos
nadadores quienes debían recuperarlo. Si el flotador daba volteretas antes de
haber sido alcanzado por sus perseguidores, se presagiaba mala suerte para el
recién nacido; si, por el contrario, era rescatado antes de haberse volcado
juzgaban que habría de tener ventura. En este último caso debían celebrar con
fiestas el suceso.
LAS FIESTAS PROFANAS
Estas fiestas se celebraban con ocasión de
acontecimientos considerados fastos: la terminación de una casa, un matrimonio,
el nacimiento de un hijo varón, la recolección de la cosecha, el cambio de
estación entre otros.
Las fiestas se celebraban con grandes comidas
y bebidas de chicha, en cantidades mayores de las acostumbradas para el consumo
diario en ciertas fechas, como en las de cambio de estaciones, en la del maíz,
o en los matrimonios, era permitido a todos comer la carne de venado, siempre
que mediara la autorización del Soberano. Entre los eventos con que se
celebraba el acontecimiento, ocupaban lugar destacado los cursos de destrezas:
carreras a pie, lucha individual; saltos alto y largo, juego de tejo y bolos.
Muchos de estos certámenes eran presenciados por los caciques y jefes
militares, quienes obsequiaban a los vencedores con premios.
Nunca faltaban en estas festividades, la
música, las danzas y los cánticos, y en ciertas ocasiones se representaban
pantominas.
EL IDIOMA
No se tiene noción precisa acerca de la
lengua chibcha, pues las gramáticas que mencionan algunos cronistas no son otra
cosa que la transcripción que hicieron los iberos de los sonidos chibchas a la
escritura española. Es evidente que los conquistadores en general, y, los
religiosos en particular se vieron obligados a aprender el chibcha, pero a su
vez aprendieron el español, que se impuso a manera de lenguaje oficial. De esta
suerte los indígenas se hicieron bilingües, pero con el correr del tiempo
dejaron la lengua nativa, que particularmente despareció durante el siglo XVII.
LAS LEYENDAS
Las leyendas son historias referidas por los
pueblos acerca de su origen o de cualquier otro hecho. Las leyendas se
diferencian de la historia en que no siempre son verdaderas. Los indígenas
tenían muchas leyendas de las cuales éstas son las principales:
Bachué
Bochica
Chía y Xué
VALORES ECONÓMICOS
LA AGRICULTURA: La actividad
económica de los muiscas fue variada. Era un pueblo laborioso, para quien la
ociosidad constituía un crimen severamente castigado. Su ocupación principal
fue la agricultura, a la que se dedicaban por igual hombres, mujeres y niños,
reservando a la mujer el privilegio de depositar la semilla en la tierra, pues
la había recibido de los dioses el don de la multiplicación de la especie. Sus principales
siembras fueron las de papa, maíz, hibias, cubios, chuguas, fréjoles, arvejas,
arracacha, tomate, calabazas, ahuyamas entre otros. Cultivaban las curubas,
granadillas, cerezas, anones y otras especies.
Tenían animales domésticos, aun cuando no los
que pudieran servirles de bestias de carga, de tiro o como auxiliares en sus
labores. Cuidaban conejos, curíes, cafuches o cerdos monteses, pavas, paujiles
y otras aves de adorno o para alimentación. También fueron cazadores y pescadores
muy hábiles.
LA EXPLOTACIÓN MINERA: Los chibchas son una
excepción entre los indígenas, en la explotación sistemática de las minas. Trabajaron
intensivamente las de sal, carbón, esmeraldas y cobre.
Las primeras fueron explotadas en Zipaquirá,
Nemocón, y Sesquilé. Obtenían la sal por medio de la excavación de galerías y
empleaban las mismas técnicas que hasta hace poco se utilizaban para la compactación
y purificación del producto. La sal servía no solo para el uso doméstico, sino
de moneda principal, como mercancía, con la cual hacían intercambio con las tribus
vecinas.
En Sogamoso, Tópaga, Gámeza, Corrales y
algunos otros lugares que formaban parte del actual departamento de Boyacá, y
en Suesca, del hoy departamento de Cundinamarca, los chibchas extrajeron el
carbón mineral que necesitaban para fines domésticos, la orfebrería o la preparación
de la sal.
Obtuvieron las esmeraldas en las minas de Somondoco
y de Muzo. En estas últimas hasta cuando fueron desalojados de la región por
los muzos, quienes continuaron la extracción de la gemas, con las cuales a su
vez, comerciaron. Extraían el cobre de minas existentes en Moniquirá, pero se
ignoraron los procedimientos que emplearon para obtener el metal puro. Lo utilizaron
con el oro.
LAS INDUSTRIAS
HILADOS, TEJIDOS Y CERÁMICAS: Los chibchas fueron
muy hábiles en el arte de hilar y tejer. Entre las fibras nativas que se utilizaban
estaba el fique, del cual fabricaban sogas y telas burdas, empleadas en
distintos menesteres, incluyendo el vestido. Pero su principal materia prima
fue el algodón que, aun cuando no se producía en los climas altos de la
cordillera, se conseguía en los mercados indígenas. La industria textil también
fue ocupación tanto de los hombres como como de las mujeres. Utilizaban el huso
con mortero, que es un peso que se pone al final del huso para facilitar la
labor. El mortero se fabrica con piedra o barro cocido. Conocían el telar y tejían
gran variedad de mantas que pintaban con pinceles o con estampadores
especiales, hechos de barro cocido, usados a la manera de sellos.
Se distinguieron como hábiles ceramistas,
principalmente en la fabricación de vasijas para la cocina, las escudillas o
platos para comer, las múscuras o botijas para guardar o transportar el agua y
fermentar las bebidas alcohólicas. También hicieron lujosas urnas funerales. Los
adornos de la cerámica de este pueblo eran frecuentemente motivos antropomorfos
y zoomorfos.
Entre los utensilios de uso industrial se
encuentran moldes para la elaboración de panes de sal; crisoles para la fundación
de los metales y matrices para el mismo propósito; torteras de hilandería,
rodillos para la impresión de relieves y el estampado de las telas.
En los utensilios domésticos imitaban flores
y frutos, y adornaban las asas con mascarones y cabecitas de animales o de
hombres. Igualmente, sabían emplear sistemas para la aplicación de los colores
y para el vidrio de la loza.
EL COMERCIO Y LAS
COMUNICACIONES:
Los chibchas se caracterizaron como hábiles comerciantes del Nuevo Mundo. Debido
a su variada industria, muchas de las
materias primas que necesitaban no se producían en la región o limites políticos
de sus dominios. Por tal razón, se vieron obligados a aponerse en contacto con
otros pueblos a fin de establecer con ellos intercambio de productos.
Para hacer los largos viajes que implicaba su
actividad comercial, los chibchas construyeron una complicada red de vías
terrestres que comunicaban las diferentes poblaciones entre sí y los llevaban a
los territorios de otras tribus, algunas muy distantes de la sabana. Fueron,
pues, ingenieros que se distinguieron en la construcción de caminos. Todo territorio
ocupado por ellos estaba cruzado de trochas muy bien concebidas, algunas con
simple piso de tierra, otras adoquinadas con piedras, a manera de pavimento. Salvaban
los ríos y los abismos por medio de puentes colgantes, que los españoles
denominaron miqueras.
El radio de acción comercial de los chibchas
era muy extenso. En poblaciones de la que hoy son los departamentos de
Cundinamarca y Boyacá había ferias locales para el cambio semanal de comestibles
y otras mercaderías. La sal y las mantas se vendían comúnmente en la población de
la Tora (Barrancabermeja), en donde las adquirieron los españoles que venían con
Jiménez de Quesada y, según informes de los cronistas, llegaron a venderse
hasta en las tribus del litoral atlántico. Igualmente, algunos escritores de la
Colonia cuentan que, llevadas desde la Sabana de Bogotá, se encontraron mantas
de fabricación muisca entre las tribus de los Llanos Orientales, especialmente
las ribereñas del rio Orinoco.
Los chibchas usaron monedas, que eran
pequeños discos de oro, como de tres centímetros de diámetro y distinto grosor,
pues este regulaba su valor. No tenían distintivo de ninguna clase y siguieron usándose
muchos años después de la conquista española.
Fuente: historia de Colombia (ediciones cultural)
gracias pero no tiene lo que necesito
ResponderEliminarn
ResponderEliminargayyysssssssssssssssssss
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